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Katherine May: Invernando. El poder del descanso y del refugio en tiempos difíciles.
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Katherine May: Invernando. El poder del descanso y del refugio en tiempos difíciles.

El invierno como estación y como etapa de la vida. El frío, la oscuridad y el cambio. ¿Sabemos relajarnos y descansar? ¿Hemos perdido la práctica? ¿Podremos entregarnos al invierno?

Las dos tenemos nuestros ritmos muy bien pillados y una forma de cuidarnos es dándonos dos meses de descanso entre cada 4 episodios. Llevamos ya dos temporadas y no tenemos plan de parar pronto, pero sabemos que si no nos damos este tiempo para desconectar, acabaremos quemadas y sin energía para seguir creando. Es curioso que en este episodio hablemos del descanso cuando precisamente es el último episodio de la temporada antes de retirarnos a descansar. Encima encaja con la llegada del invierno y de los meses más fríos y introspectivos.

Este libro, Invernando, se ha convertido en nuestro libro go-to para leer cada invierno porque nos recuerda que estos periodos de introspección, de tristeza y de pérdida son normales a lo largo de la vida. El invierno llega cada año y lo mismo que tenemos que afrontarlo con cariño y transitarlo con suavidad, tenemos que enfrentarnos a nuestros inviernos personales de la misma forma.

Los inviernos según

son esos periodos en los que la vida nos da un giro y de repente no sabemos quiénes somos ni para qué estamos aquí. Es una sensación de estar perdida y sin saber hacia donde empezar a caminar. Puede ser por la llegada de un niño, por una separación, por la pérdida de un ser querido, por burnout, por monotonía… Las razones son interminables, pero lo que está seguro es que estos periodos llegan y nadie se libra de ellos. No hay problema por eso, es mejor que lo aceptemos y que cuando lleguen, nos sumerjamos en ellos de lleno y entregándonos a lo que venga, como venga.

1. El libro principal 2. Otro libro que referenciamos

Como ya sabéis, la claqueta es nuestra parte favorita y por alguna razón en la pantalla de Emily se ve a tiempo y en la de Carlota, que es quien graba la sesión, se ve tal y como lo veis en la grabación. Aún así, es divertidísimo y lo seguiremos haciendo.

Estamos viendo si volver la temporada que viene con los podcasts grabados en formato vídeo también. Al principio no estábamos preparadas y nos daba entre miedo y vergüenza, pero creemos que estamos preparadas y que sería guay. ¿Qué os parece? Os dejamos a continuación un taster de lo graciosas y cuquis que somos:

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<<Está muerto. Se murieron todos mientras yo dormía – dice para sí –. Este mundo no está hecho para múmines.>>. Con una inmensa sensación de soledad, va al dormitorio y le quita la colcha a su madre: <<¡Mamá, despierta! – exclama –. ¡Ha desaparecido todo el mundo!>>. Su madre se hace un ovillo en la cama y sigue durmiendo.”

Todo el mundo invierna en algún momento; los hay que invernan una y otra vez.

La inviernación es una temporada en el frío. Un periodo de barbecho en la vida en el que estás desconectada del mundo, te sientes rechazada, apartada, incapaz de progresar u obligada a desempeñar el papel de extraña. Puede ser consecuencia de una enfermedad o de una experiencia vital, como la viudedad o la llegada de un hijo; puede deberse a una humillación o a un fracaso. Puede que te encuentres en un período de transición y hayas caído temporalmente entre dos mundos. Algunas inviernaciones nos invaden más despacio, acompañando el largo final de una relación, las responsabilidades cada vez mayores de cuidar a nuestros padres según envejecen, el goteo de la confianza perdida. Algunas son espantosamente repentinas, como descubrir un día que tus capacidades se consideran obsoletas, que la empresa en la que trabajas está en bancarrota o que tu pareja se ha enamorado de otra persona. Llegue como llegue, la inviernación suele ser involuntaria, solitaria y profundamente dolorosa.

Noto cómo se acerca la caída; sé que hacer pasteles y sopas no puede salvarme para siempre. Esto va a empeorar; se hará más oscuro, más difícil, más solitario. Quiero tumbarme en un lecho de paja para amortiguar el golpe cuando llegue. Quiero prepararlo todo.

Empecé a cogerles el tranquillo a mis invernaciones, a su duración y su amplitud, a su peso. Sabía que no duraban para siempre. Sabía que tenía que encontrar la manera más cómoda de aguantar hasta la primavera.

Públicamente ponemos buena cara y sufrimos en privado; fingimos no ver el dolor de los demás. Tratamos cada invernación como una embarazosa anomalía que debería esconderse o ignorarse. Esto hace que hayamos convertido un proceso completamente común en un secreto, otorgando con ello el estatus de parias a aquellos que los sufren, obligándoles a apartarse de la vida cotidiana para ocultar su fracaso.

Las plantas y los animales no luchan contra el invierno, no fingen que no está teniendo lugar ni tratan de seguir con la misma vida que tenían en verano. Se preparan. Se adaptan. Llevan a cabo extraordinarios actos de metamorfosis para superarlo. El invierno es un tiempo para apartarse del mundo, optimizando la escasez de recursos, mediante acciones de una eficacia brutal y desapareciendo de la vista; pero ahí es donde se produce la transformación. El invierno no es la muerte del ciclo vital, sino su crisol.

La gente me admiraba por la cantidad de cosas que hacía. Y yo lo disfrutaba, pero en el fondo sentía que solo estaba intentando mantener el ritmo de los demás, y que ellos parecían arreglárselas mucho mejor. Al fin y al cabo, tenía compañeros que contestaban habitualmente correos pasada la medianoche, mucho después de que yo me durmiera. De hecho, estaba avergonzada. Siempre pensé que, con lo lista que era, jamás caería en la adicción al trabajo. Y, sin embargo, aquí estoy, enferma por haber trabajado demasiado y durante demasiado tiempo. Y lo que es peor, casi he olvidado cómo se descansa.

En un mundo en el que nuestro valor está determinado por la productividad y el rendimiento, la acción de no hacer nada puede ser nuestra mayor forma de protesta. [...] Para la lógica capitalista, que se nutre de la miopía y la insatisfacción, algo tan corriente como es no hacer nada podría resultar peligroso de verdad.

No hacer nada es permanecer inmóviles para poder percibir lo que en realidad está ahí. [...] Por desgracia, nuestra implicación constante en la economía de la atención supone que eso es algo que muchos de nosotros (me incluyo) vamos a tener que reaprender.

Nuestra querida Katherine May

Nos vemos en marzo con la tercera temporada de FRAGMENTOS!!!

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Elegimos un fragmento de un ensayo escrito por una mujer contemporánea, lo leemos, lo analizamos y a lo largo del mes hacemos investigamos sobre la autora, el contexto social e histórico, y lo traemos de vuelta al mundo actual para ver cómo lo vivimos las dos; todo esto incorporando también muchas referencias modernas. Por ahora hemos hablado de la maternidad, de las relaciones de pareja, de la amistad, de nuestra relación con el dinero y lo tabú que es, de tener que abandonar una ciudad que te vio florecer, y de no saber qué ser de mayor.